Del encantamiento de la marihuana a la sobriedad
Escrito por Mauricio Alejandro Colmenares Cifuentes*
Aquí tiene papel usted, ya sea padre de familia o joven que de sobra conoce lo que va a leer. Lo que está a punto de analizar es un viaje concreto en la mente de un grupo de jóvenes experimentando los efectos psicoactivos de la marihuana.
Es fundamental para este escritor que quien lo lea sea capaz de entender las sensaciones presentes pues solo de esta manera se pueden abordar de una manera sobria. Si acaso es un padre que acaba de enterarse de que su hijo es consumidor o si por el contrario es ese hijo consumidor, encontrará un espacio donde la soledad no tiene poder real.
Leer con cuidado estas líneas será fundamental para que la ayuda que quiera aportarle al consumidor sea proporcionada por alguien que realmente quiere entender las razones que le llevan a ingresar a este estado. Permítase, padre, entrar en la mente de alguien que se siente solo. No siendo más, veamos:
Sé y entiendo tu dolor
Yo mismo he sentido cómo una pregunta se encarga de plantarte todo el día en cama. Yo mismo he vivido la sensación de encarcelamiento al ver el mundo moverse o muy lento o muy despacio. Si ahora mismo pudiera darte un mensaje de esperanza, entonces sería claro: No estás “solo” ni si quiera estando solo.
De repente parece que este sentimiento se ha vuelto, en la norma, como algo negativo per se. Sí, es horrible la soledad cuando lo que se busca es precisamente no sentirse solo, pero también es igual de negativo estar acompañado excesivamente. Sé que sabes a qué me refiero, he visto como huyes días enteros de tus redes sociales. También he observado cómo huyes de tanto ruido cuando sientes que todos te rodean pero ninguno está contigo. He sentido cómo en esa búsqueda por algo distinto, un nuevo punto de vista, simplemente escapas. ¡Qué fácil es escapar! ¡Qué fácil es juzgar al que no lo hace! Casi pareciera que querer estar solo o acompañado es indiferente.
Cinco personas en un cuarto, totalmente aislados, escuchan música. Estuvieron todo el día trabajando, dándolo todo, creyendo que actuaron bien para sí mismos y por quienes responden. Saben que merecen lo que va a pasar. Sacan un porro armado con habilidad excepcional. El detalle en los pliegues de aquel cigarrillo es un reflejo del respeto y amor que tienen por aquella práctica. No realizan su trabajo con el mismo ánimo que con el que las caladas (aspiraciones de humo) son llevadas a cabo. Me atrevería a decir que ni si quiera se aman a sí mismos como aman la sensación que ocurrirá. Ya está hecho, el humo pasó por los pulmones de todos. Tienen una destreza particular, saben cómo inhalar, cómo hacerlo recorrer, cómo exhalarlo apropiándose de todos las sensaciones psicoactivas. El viaje ha iniciado, el tiempo que antes se movía tan lento, provocando una sensación de intranquilidad, ahora va a la misma par que la rapidez con la que sus pensamientos se mueven. Ya no hay dialogo entre ellos, solo con ellos mismos. Piensan aislados durante horas en todas las cuestiones a las que fuera de aquel estado jamás llegarían. Se dan tiempo para hacerlo, por alguna razón ya no les resulta tan incómodo aceptar estos pensamientos que antes hubieran desechado sin duda alguna aludiendo a un exceso de imaginación.
Son cinco personas, jóvenes, niños quizá. Su mente corre, su cuerpo no. No quieren seguir forzando a permanecer estático tanto ruido en su cabeza. La marihuana calla al mundo, les permite hablar con libertad, por fin el único espectador es a su vez quien pronuncia el discurso. El monólogo es tan variado como la personalidad de aquellos. Se conocen por algún “amigo” con el que ya han estado volando antes. Se trasmiten las buenas energías que nacen de ser tú mismo. No importa la clase, la edad, el género ni el sexo. No importan las experiencias vividas pues no es un espacio para el pasado, mucho menos para el futuro, solo existe presente.
Pensar que dos horas antes estaban lamentándose por vivir un mundo tan cruel y dañino y ahora ven el mismo mundo en su mente pero totalmente agraciado ¿La perspectiva cambió acaso? ¿Fue eso? ¿Se harían esas preguntas en sus mentes? No es que importe mucho, desaparecerá en cuanto acabe el efecto y sus ojos empiecen a apagarse. No quieren que acabe, saben que todo tiene final pero se aseguran de fumar bastante, el efecto tiene que permanecer el mayor tiempo posible. La sensación es brutal, pero nunca de principio a fin, siempre empieza alto pero solo va volviéndose cada vez más tenue. La realidad, que había pasado de ser masticable a un fino almuerzo, ahora recobra su estado original.
Dependiendo de la hora y el día estos cinco jóvenes regresarán a asumir con un negado dolor todo lo que se obligan a hacer en pro de ser “responsables”. Después de haber reído durante horas, y de haber llorado de la risa, se encuentran profundamente distanciados. Creían por aquel estado que estarían en esa cama de plumas para siempre. Por ello lo buscan en primer lugar, una vez dentro solo hay paz y dicha. Pero esa dicha, como se dijo antes, se va apagando.
Joven 1. Se lamenta en silencio del hecho de haber despertado pues cree firmemente que no lo está haciendo, todo lo contrario, piensa que su realidad es un sueño por no decir que es una pesadilla. Lo asume con entereza y va a casa seguir estudiando. De alguna manera es consciente de que no hay ningún otro espacio al que pueda ir y exponer la rareza de sus opiniones sin ser juzgado al mismo tiempo por un montón de adultos incapaces de reconocerse a ellos mismos como los niños que tanto juzgan, nunca pudieron enfrentar sus problemas y crecieron solo físicamente, jamás mentalmente. Es un fuego desesperado lo que le calma al inmiscuirse. De alguna manera tiene miedo de qué tanto podría quemar si lo liberara de golpe. Casi se puede decir que el proceso de carburación al que se somete es a su vez una cantidad absurda de agua. ¿Debería salir y gritar a todo el mundo? No. No son sus valores, no cree en el irrespeto al pensamiento ajeno. No es que este no juzgue, es solo que le han obligado a juzgar cuando abiertamente lo detesta.
Joven 2. No emite ningún gesto. Pareciera que todo ha perdido nuevamente sentido. La inexpresión se apodera de su cara y todo vuelve a la planicie original. Un sentimiento de nada absoluta. ¿Cómo exigirle más a este chico? Solo conoce lo peor de la humanidad. Se ha visto juzgado solo por el hecho de existir. Desde que tiene memoria parece que los que lo rodeaban solo quisieran usarle ¿Por qué alguien inocente tendría que pasar por procesos tan humillantes e invasivos? Peor aún, parece que sus padres hacen caso omiso de los abusos que denuncia. Ya no solo es que no exista quien respete su presencia, es que los que deberían, con más veras gestar el ánimo suficiente para continuar su vida sin drama, simplemente no están. No hubo padre, no hubo madre, solo una figura en abstracto de lo que debe ser padre, de lo que debe ser madre. Él, por destino, azar o escritura, tuvo que asumir todos los roles que le hicieron falta. Escapar es una opción más para él.
Joven 3. Mantiene a capa y espada la actitud que el estado anterior le había suministrado. Es como si sintiera que es su responsabilidad mantener al grupo alegre. Todos le sonríen en respuesta pues quieren corresponder su esfuerzo, completamente vano. Sobra decir que, como los otros, no se siente entendido por sus padres. Los ama, por supuesto, no es aquello lo que le genera molestia con ellos. Pensaría más bien que después de un exceso de estos, con visiones limitadas del mundo (aunque con mucha experiencia), no saben corresponder a tantas ambiciones. Es poéticamente irónico, fueron los padres quienes gestaron con tanta insistencia este sentimiento ambicioso. ¿Padre rico y padre pobre? ¡Qué daño nos hicieron creyendo que nos sembrarían un pensamiento empresarial! Ahora solo se puede pedir más y más. Cada vez lo que se desea conocer y poseer del mundo es más y más fuerte. La respuesta para este joven no está adentro de sí. Está completamente afuera, tiene que buscarlo con insistencia masiva, por ellos estudia. Escapa al no poder tener lo que desearía. Fuma para frenar sus ambiciones.
Joven 4. Cierto odio nace en sus ojos. Parece que la calma que había tenido ahora es un total desorden. Nada le parece correcto pues tiene que fingir, nuevamente, la agresividad que lo caracteriza. Una dureza terrible, implacable, que asusta a quien lo rodea. Por qué habría de ser distinto. Siempre buscó un apoyo en casa pero, más allá de ser inexistente, se le calló con toda la fuerza que el brazo de su padre pudo imponer en su mandíbula. Fue construido a golpes, concibe al mundo desde la violencia absoluta pues para él es norma. Una vez hecho el daño a alguien que por naturaleza no es violento solo podrá encontrarse rencor en sus ojos. Es un reflejo de lo que vivió, es un reflejo a la violencia a la que fue sometido. Fuma para ser sensible, para permitirse amar la vida sin detestarla y golpearla.
Joven 5. Sabe qué está pasando. Ve con claridad lo incorrecto de la situación. A diferencia de los otros cuatro, este no acostumbra a volar, pues conoce muy bien este estado. Solo ha aceptado estar allí por la insistencia del joven 3, quien le considera su amigo. Nada de lo que ocurre es positivo, la honestidad que existió se evaporó tan rápido que la mentira y la desconfianza vuelve a apoderase de ellos. Él lo sabe, le genera compasión, casi lastima. La situación es complicada para él, pues siente que ha estado en la piel de todos los otros participantes. Cada uno de los dolores individuales que se esparcen en este ambiente los conoce de sobra. Se lamenta de no conocer las palabras correctas, no sabe cómo hacerles ver que sí hay una respuesta clara.
Toma el control
No es que uno tenga que aceptar por las malas la realidad que se vive, es más complejo que ello. Saber que estamos constantemente sometidos por nuestras responsabilidades, familias, creencias y demás externalidades no debería ser considerado algo malo. Es más, la sanidad mental se alcanza reconociéndose como parte de esto que parece precedernos.
No, padre de familia, no hablo de una actitud revolucionaria o no al menos como usted la concibe. Hablo de ser capaz de verse controlado y por ende busca abandonar ese control sin necesidad de ingerir algo para soportarlo. Estamos hablando de sobriedad como forma de vida y como acto resistente. Sí, padres, abandonar, violentar y castrar son un reflejo del pasado.
Solo en cada joven de una nueva generación depende si se desea condenar a la siguiente a cien años más de soledad o por el contrario buscará la manera de educar al nuevo horizonte de esperanzas para vivir en términos de respeto y consenso donde no se obligue a escapar a nadie, pero tampoco de callarlo cuando este decida permanecer. La voz tendrá papel fundamental en esta nueva vida. Fuma porque se lo pidieron.
Se despiden, ya es hora. No hay nada más que tengan que decirse, parece hasta difícil pronunciar palabras alegres luego de haber estado tan felices. Se miran con cierto sentimiento de culpabilidad, intentando disimularlo al máximo para no desintonizar la “buena vibra” creada. Ahora sí están preparados para partir, lo cual es un consuelo, cada despedida se acompaña de un –Mañana a la misma hora, usted sabe-. Y se repite el ciclo, de nuevo, una y otra vez, los primeros cuatro jóvenes se encierran, pero no el quinto personaje, este solo ruega que busquen paz sin necesidad de tal externalidad. En su mente la verdad es única “Tarde o temprano se darán cuenta”.
*Estudiante de Ciencia Política de la Universidad de los Andes